2012年7月29日日曜日



La segunda de una de las tantas cartas que te escribí.

[Has robado de mis parpados el sueño, de mis labios el deseo.]


Mi desvelo habitual bordado por el pensamiento del amor contingente que lo deslumbra, como una tontería, una molestia apática y sin más.

¿Cuantas piezas debería terminar ahora? Mi piano ya no celebraba mi estadia desde que tú irrumpiste en mi monótona y lúgubre vida. ¿Acaso él lo resentía con más zozobra que yo mismo?

Y has de saber bien, que al igual que adoraba con tanta inmensidad el recuerdo ubicuo de tus ojos, también odiaba tu inoportuna y hostil presencia, molesta manifestación de pretensión y capricho, sin una pizca de sensibilidad, sin un motivo de ternura, falto de romanticismo, como el más brusco ultraje de desenfreno; trivial y de mal gusto.

Pero mi amor, he de admitir también, que más odiaba esta soledad que me embelesaba cuando ausente te perdías lejos del umbral de mis ojos, odiaba la pesadez de mi alma, inexorable, fantasiosa, idealista y sin esperanza. Tan solo bastaba una palabra tuya, y a tu merced caían mis sueños y el suspiro de mi humanidad, mis deseos perdían cordura cuando decías mi nombre, o me conquistabas con tan burda indolencia e impasibilidad.

¿Cuántas piezas inconclusas he dejado ahora? Las teclas de mi piano sienten recelo en la dulzura de el tacto que recae en ti y no en ellas, de mis pensamientos que solo culminan en tu nombre como nigromante condena, ¿No te has dado cuenta? le habías robado a mi música el protagonico en mis pensamientos, y con toda la razón que le acontece, quizá ella te odiaba incluso más, no lo sé con certeza y no la culpo, porque una parte de mi también te detestaba por tal insolencia al nombre de mi amada; ¿Cómo habías logrado tal cosa en alguien como yo? Alguien que solo vivía por los compases y las notas, por el excelso canto de Euterpe, musa de mi amor.

Lo sé, era una completa y burda demencia, ¿De que manera había caído en tan absurda absolución? yacía perdido en tu intrigante mar de predilección, esperando por ti un día si y un día no, para mi solo bastaba una mirada tuya y se desbordaba mi entereza, mi rigor, mi fuerza. Fue entonces que comencé a creer que a pesar del tolerante resquicio de benevolencia que a tus labios suspiraba, estaba irrefutablemente enamorado de ti.

¿Pero acaso sabes de todas las veces que me has hecho sentir miserable?

Porque con el mismo pesar de mi alma que moría por un exhalo de atención tuya, también surgía la duda en mi ya absorto ser, ¿acaso no corría clemencia por tu sangre?, ¿cuántas veces me habías hecho perder el control?, ¿cuantas veces te habías burlado de mi y mi pasión? No existía indulgencia en tus palabras? No, tu amor era sólo pura y vulgar pretensión.

Estaba cansado de que sólo me miraras a los ojos cuando el mundo te daba la espalda, que sólo buscaras de mi el más bajo instinto, resquicios de desgracia. Y si asi lo quieres, corrompe a este ser con tus febriles besos, a mi deteriorada alma con el tacto en mi cuerpo, pero no quiero escuchar más tus palabras como si de ello dependiera mi ser, no puedo pretender que me amas, ya que desconoces ese sentir tanto como yo. Tú lo sabías desde la primera vez en mis ojos posaste tu mirada, no estamos hechos para amar..
no de esta forma.

Tú y tu ególatra enajenación que minimizaba cualquier muestra de afecto, y yo sumido en mis pasiones, mis delirios, mi arte volátil y etéreo.

tan enamorado de ti, y yo tan enamorado de la filarmonía.


¿Cómo podía ser posible amarte?, si entre todos los entes mundanos tú eras quién mas me causaba un estrago, el más falto de conciencia y sensiblidad, el más lejano a mi idealismo de nobleza. No entiendo, jamás imagine verme perdido así por ti, tú quien eras completamente opuesto a mi tanto en carácter, como en gustos y gracia.

Me vi enredado en tu mirada, y no podía escapar, no quería escapar, porque aún con todo el desdén que mi alma sentía hacia ti, tengo que admitir que me inspiras como nadie.. quiero hacer de tu voz música, de tus ojos una romanza, escribirte mil cartas.. aunque tú simplemente lo ignores, o no lo entiendas, quiero escuchar en un suspiro que me amas.

Porque, ¿cómo no he de adorarte? si te he deseado con tanto ímpetu.. si me inquietas con tanto furia y me inspiras con tal asombro. Si eres para mi más preciado y hermoso que cualquier virtuoso adagio que se haya escrito o interpretado, si me incitas poesía y arte, morir de amor, amándote.

Pero otra vez estoy desvariando en mi desvelo habitual, en el pensamiento del amor contingente que lo deslumbra..


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