2014年5月18日日曜日



Habían pasado quizá, mil atardeceres, el tiempo y su bucle eterno no cesó incluso cuando cientos de almas lo rogaron, habíamos sido condenados a las garras que invocaba el universo.

Pero cerraba mis ojos aquella noche de verano, ignorando el bullicio en mi mente y el calor amargo que sugería la realidad, solo existía su esencia quien resonaba en mis memorias, sólo su mirada quien partía mi razón, su voz y el nombre de mi adoración.


Camino a pasos cortos, mi respiración me traiciona y prende un motor en mi, ¿qué decir?. Caen las luces ante mi tardío altar, las estrellas brillan en este mundo igual de hermoso que en el nuestro o tal vez más. Respiro hondo y contemplo la grandeza que me acoge, y en ese instante en el que me pierdo en ella tú haces presencia ante mi; Anneliese. Sí, ahí estas tú Anneliesse, preciosa y delicada como la brisa en un mes de abril, insegura y temerosa sin embargo, tu cabello oscilante me hipnotiza, y tus ojos perdidos y calmos me causan un estrago en lo mas profundo de mi alma, pauso mis pensamientos, el tiempo cae invicto y es tu mirada el único recinto de mi atención. ¿Qué es lo qué me has hecho? Por primera vez en mi vida me siento tan vulnerable.

Anne... -susurro al viento y tú me encuentras en la lejanía, tus labios no sonríen pero tu mirada irradia sosiego. Si pudiera morir en el lucero eterno de tus ojos, si pudiera renacer al unisono de tu voz, si pudiera tal solo beber de tus labios mi salvación, mi alma calmaría su dolor por un instante.

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