2014年5月18日日曜日

¡Perdón por mi ortografía! me encuentro un poco inestable... culpen a  mis neurotransmisores...
En el profundo mar de la inconciencia.

15 de Noviembre de 1911

Oscurecia en el ocaso de mis años y mis horas, aquel 23 de Abril se consumia en mi existencia el deshielo atroz que traía consigo el Arcangel caido de la muerte, Azrael.
Consumiendose y extendiendose como un vortice infinito, cada oración pronunciada carecia ya de importancia, inclusive los acordes, regalos celestiales e invisibles consuelos para el alma atormentada, eran faltos de armonia.

Fue entonces, madre mía, que me embelece en el subyacente delirio que prometia tu fe, critica y trascendental, pero eternamente cierta y revozante de bondad.

Como un solemne himno, deje que consumiera mi ser. Las personas dejaron de poseer identidad, se volvieron cristal translucido intocable, un intento fallido de epifania, un anagrama inverso de dudosa solución, el error mas fatal de su arrogante deidad.

¿Pero de quién era el nombre que romperia tu inquisición?
Rebeldía y redencion mancharon de carmín las pupilas de la mujer que vivía en mis más profundos sueños; Elizabetha, su risa se habia convertido en la unica resonancia que albergaba en mi locura como burlesca adoración, el unico sonido que desafiaba el penumbral silencio que se ahogaba en la muerte, el más profundo e indeseable horror.




21 de Enero de 1892

La doncella que deseaba nunca despertar, y los dos mil ciento tres amaneceres.



Lo cierto era solo un escaso reflejo de lo correcto, caminando minutos y años hacia un ideal en desgracia, costaba incluso desfallecer. Pero en lo alto de la torre encadenada al bullicio terrenal, vivía la mujer dueña del astro sol, quien reflejaba en su existencia la mas radiante y enternecedora melodía, un epitafio de redención. ¿Podría perdonarme incluso a mi misma?
Y ella me encantaba, me encantaba con su simple existencia, tanto que pronto se convirtió en el pensamiento primo ante la incertidumbre del tiempo y el despertar de la adoración.

Porque describir sus ojos, era describir al universo, palabras mortales, perdidas e insuficientes no bastarían jamás. Su belleza humana maravillaba excelso mi ser, y su nombre era apenas comparable a la  más hermosa y genial manifestación de sonidos, una sinfonía incompleta que fue olvidada en su apenas primer despertar - ¿Quién osa subyugar mi sueño? - Exclamaba al ser invocado el acorde menor de la quinta jerarquía tonal que albergaba en las silabas del nombre que le fue dado. - Nadie, aquí no existe nadie - Respondió en sincopia el eco de una voz desconocida y desconsolada.

Porque para hablar con ella había que adorar el silencio, para entenderla, amar el olvido. Su corazón se encontraba sumido en un profundo sueño, donde su alma y pensamiento fue llevado incluso a otro mundo alterno, tan lejos de mi, tan lejos que sentía morir. Y así pasaban mil aves pasajeras ante mis ojos, robando y otorgando sentimientos, algunos de ellos inclusive a la más pequeña y noble de ellas regale. Había sido mancillada por la fugaz melancolía que inspiraba, y anestesiada durmió así por fin con ella mi razón.
Ya no volveré a tomarme tantas molestias por algo...
¿Cómo es que hemos llegado tan lejos? Tocaste mi mano y encendiste el auto, y por primera vez en mi vida, estoy llorando. ¿Estamos en el espacio?, ¿Pertenecemos a él? Y al igual que las estrellas nos quemaremos a millones de kilometros.

Soy una estrella, eres una estrella, nos ordenaron ser quemadas, alguien entrego y se llevo las direcciones de nuestros encuentros, han cubierto nuestros ojos y no nos vemos una a la otra, nos cerraron la boca, pero rompimos el hielo...


Habían pasado quizá, mil atardeceres, el tiempo y su bucle eterno no cesó incluso cuando cientos de almas lo rogaron, habíamos sido condenados a las garras que invocaba el universo.

Pero cerraba mis ojos aquella noche de verano, ignorando el bullicio en mi mente y el calor amargo que sugería la realidad, solo existía su esencia quien resonaba en mis memorias, sólo su mirada quien partía mi razón, su voz y el nombre de mi adoración.


Camino a pasos cortos, mi respiración me traiciona y prende un motor en mi, ¿qué decir?. Caen las luces ante mi tardío altar, las estrellas brillan en este mundo igual de hermoso que en el nuestro o tal vez más. Respiro hondo y contemplo la grandeza que me acoge, y en ese instante en el que me pierdo en ella tú haces presencia ante mi; Anneliese. Sí, ahí estas tú Anneliesse, preciosa y delicada como la brisa en un mes de abril, insegura y temerosa sin embargo, tu cabello oscilante me hipnotiza, y tus ojos perdidos y calmos me causan un estrago en lo mas profundo de mi alma, pauso mis pensamientos, el tiempo cae invicto y es tu mirada el único recinto de mi atención. ¿Qué es lo qué me has hecho? Por primera vez en mi vida me siento tan vulnerable.

Anne... -susurro al viento y tú me encuentras en la lejanía, tus labios no sonríen pero tu mirada irradia sosiego. Si pudiera morir en el lucero eterno de tus ojos, si pudiera renacer al unisono de tu voz, si pudiera tal solo beber de tus labios mi salvación, mi alma calmaría su dolor por un instante.
Abrió sus ojos, sus pupilas filtraron la luz del universo en un intenso suspirar, un ruido seco y desalentador surgió del umbral aun escaso que coexistía inexistente y nulo en un rincón, una alarma, un sigilo, una alerta, un amanecer.
Pensamientos transitorios inundaron su escasa lucidez y de pronto despertó al mundo de golpe. ¿Había melancolía en su existir? O quizá  tan solo resquicios predominantes del mundo inexistente.

‘‘Si abría mis ojos, un nuevo despertar, si los cerraba, la muerte.’’

Matthew! -golpeo directo en su cabeza-





Habia decaido por la llama universal del olvido, atravesando valles inmensos de palabras sordas y promesas ciegas, ¿hara tanto frio alla afuera/?, ¿ podría morir?

Pero el templete de mis pensamientos oscila, en lo alto del unisono sepistental, escucho la armonía del Re menor inconcluso, rezos y alabanzas, suplicas de piedad y olvido mismo a la vida, ¿había sido bendecida?, ¿o era un estado más de sus delirios...?
Y no es que ella refleje mi persona, al contrario, ella acontece directamente el poder cambiante del universo, ella fue elejida como una manifestación del ser, una personificación poética de la mente, eh ahí su protagonismo al residir en la principal fuente que decae en el subconsciente, sin ser ignorada por la razón, acojida con diplomacia, y reconocida por omisión.

Cada que un fragmento se rompe en mi, algo cambia indefinidamente en el mesías que fue enviado para cambiar a mi designio, lo que he creado, lo que he destruido...
Podía confiar en los colores del cielo, uno tras otro, enmendando atardeceres, creyentes y vastos, podían derrimir mi existencia, burda, incapaz.  Complejo de inferioridad le llamaban, baja autoestima con estigma de descuido, cosas que tejen mentes infantes hasta colapsar en la amargura y tristeza de la adultez, ¿tienes tú la culpa? ¿o es mía y de nadie más?

Defecto era la sinceridad misma, la cruel amabilidad que desconfiaba no solo de mi misma, si no de quien en mi los ojos posaba, con interés, con desprecio, con curiosidad.

No entendía hasta ese momento, madre mía, creí al encontrarme con tu misericordia que quién mentía era la inherencia en mi, la más grotesca manifestación de virtuosidad, común y miserable. E injusticia fui al encontrar ante el gran Juez, tanto para mi como para la humanidad, mi hermandad, mi patria, olvidada también en el infructuoso abismo, mas sin embargo el demonio dio ignorancia, como una droga calmante a la opresión, y la profunda desdicha que embargaba a cada ser y ente.

¿Debo beber de ella?, ¿o aceptar mi final?

Sus ojos, madre mía, eran preciosos amaneceres dorados, con penumbras entintadas al alba dulce del candor inicial, y su talento volvía nulo a cualquier espectador, sonreía y paraba el mundo, se detenía el mismo Rey a contemplarla con alegoría. Pero su corazón como mi alma estaban tan dañados, que de nada servia tan sublime regalo celestial.

Ruega por nosotros, te pedíamos al unisono, ella y yo perdidas en el mundo, en sus lagrimas lapislázuli, ¿qué habíamos hecho mal? ¿quien nos hizo creer que semejante ofensa a la razón era lo correcto? ¿quien nos hizo creer que al final podríamos ser entendidas por nuestra falta de malicia? Nada justifica el acto cometido, ni las palabras, y yo quien no la tolero más, no espero tolerancia de nadie.


-¿Qué veías ahí?
-Monstruosidades, las más viles y horribles monstruosidades que la humanidad pudiera soportar.


lj

Después ya no sólo veía sus ojos carmín penetrando mi piel, también  la sentía tan dentro de mis suspiros, latir al mismo tiempo que yo, su voz salia por mi garganta, sus notas altas, ¿por qué Elizabetha? ¿por qué estas condenada al igual que yo a no morir? Dejame Elizabetha, déjame vivir.

Fuego sucumbía en mi, furia indomable, necesidad de corromper cada pulso en la humanidad que aun me quedaba, destrucción propia decaída por la voluntad de tus memorias, ¿sufrías tanto mi amor? ¿tanto como para envenenar de odio tu existencia?

¿Quien? ¿quien te hizo esto Elizabetha?

Ya no podía ver tus cabellos oscuros caer sobre mi, pero tu risa la escuchaba en sintonia a mi presión sanguínea, ¿te burlas de mi?. Y todas esas palabras que nunca quise decir, todos esos actos que nunca quise cometer, toda esa violencia y destrucción que me emana de lo más profundo, fuiste tú, siempre fuiste tú... me decían que había caído en la locura, pero yo lo sabía,. ni la supuesta muerte que te redimió pudo acabar con tanto odio. ¿cómo podías tan siquiera vivir así? ¿cómo podre yo vivir ahora que cargo con tus memorias?

Y yo que te amé tanto...
Sentía una cálida opresión  recorriendo mi cuerpo, como electricidad fugaz calcinando mis sentidos.
‘‘Abandona todo lo que eres, lo que has sido y lo que seras. Abandónalo todo.’’  Antes no lo entendía, pero sus palabras siempre hacían eco en mi con cada acción que daba, ahora lo sé, ahora sé lo que debo hacer, salvar al ingrato reyno corrupto, a los inocentes, e incluso a los más viles, ya que a mi no había forma de salvarme, no, este era mi momento de redimirme, mi unica forma de desaparecer.

Estarás bien Darlenne. -Dijo Clarice con un tono calmo, entonces una intensa luz cego mi mirada, de pronto ella desapareció, la escuchaba llamándome lejanamente, escuchaba su voz pero no entendia sus palabras, pero finalmente lo que me recorrió fue silencio penumbral. La calidez de aquella luz penetraba mi piel tan intensamente que sentía como si quemara, pero no era dolor, era una sensación distinta que jamás había experimentado, indescriptible y sofocante, sentía como si me drenaran la voz con cada segundo que pasaba, como si me hubieran robado algo importante para mi, ya no era yo... no, "yo" había desaparecido por fin de este mundo.

El silencio agudo se volvió ruido, mis ojos recobraron la visibilidad poco a poco, vi a Clarice sonriendo aliviada hacia mi, quizé hablarle pero mi voz no obedecía, estaba demasiado agitada que solo grandes bocanadas de aire salían de mi boca, así que sólo le sonreí de vuelta con la única fuerza que le quedaba a mis musculos  -¿Estas bien? - Asentí con mi cabeza y ella suspiro en alivio, su rostro mostraba una expresión de asombro, me sentía extraña en su mirada, Demian quien había estado todo este tiempo observando en la habitación se acerco a mi en cuanto Clarice termino, yo apenas me percate de su rapidez, apenas me dio tiempo de respirar de nuevo cuando me tomo del cuello de mi blusa para acercarme a él bruscamente,  me observo con cuidado como jamas lo había hecho, sentía que me devoraba con cada movimiento en sus ojos, estaba tan cerca que sentía su respiración chocando con la mía pero él no se inmutaba,estaba demasiado ocupado buscando algo en mi, tomo un mechón de mis cabellos y lo olio, cuando por fin pareció encontrar lo que buscaba me alejo lentamente... ¿quién eres?



Eres tan dulce, desbordante, te olvidé en mis días, tu sensación cálida, tu presencia que es adicción a mis penumbras, si me abrazas despierto de toda memoria olvidada, cada sensación, recuerdo.
No estoy sola, no tengo miedo, tú has venido a mi otra vez, y todo se ha desvanecido, en mi adicción por ti, por no querer dejar de escucharte nunca, sé que me necesitas, me necesitas para vivir.

Sin embargo al final del día, ella rió. - Hipocrita -  resono en su cabeza, Elizabeth otra vez, talandrando su mente con fina resonancia.
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No quiero corromper tu existencia con mi inarmónico sonido, jamas suficiente, jamas digno. Quiero que sigas danzando, aquí, allá, en los estragos de mi mente y mis recuerdos.
Los fármacos mantienen al ejercito opositor tranquilo, sedado, llegas tú cantando un himno de esperanza vertido en la omnipotencia de un Dios misericordioso, de una madre dulce, hablas de grandeza eterna entre los escombros de la mortalidad, de la existencia tortuosa que llegara a su fin.

Pero no puedo ayudarte más, cada vez que recuerdo se apaga mi deseo de vivir. Lo jovenes que soliamos ser, la inocencia y la esperanza redundante, el anhelo dulce y puro que nunca volverá, ser mayor corrompio no sólo mis sentidos, sino me hizo darme cuenta de cuanto habia perdido, pero el tiempo no responde, tú no respondes más....