Me
hacían sentir un poco hermosa, un poco comprendida. Apegada tanto a un síntoma
más que a la misma enfermedad, un recordatorio de mi humanidad, de mi demencia
hueca. Un espasmo en mi albedrío, adicta del olvido. Cuando las veía adornando
mi piel, de rosas carmín o galaxias infinitas, me sentía tranquila cubierta del
manto falso que me brindaba el conocimiento de saber que no era estúpida como
decían algunos, más bien estaba enferma o un poco incomprendida. "No seas
tonta" ni siquiera sabía si lo era, ¿desde cuándo lo soy?, ¿desde cuándo
estar alterada, enferma era ser tonta? Primero era tonta por llorar, ahora soy
tonta por sentir. Entonces me di cuenta, tal vez no he tenido buenos amigos.
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