En otoño del 87 marco mis labios, precioso y efímero, me dejo sin pensamientos, robo mi ausencia interior con tan solo un resquicio de su mirada, había sido cautivada.
En invierno del 89, compro para mi la felicidad en un cristal nítido y traslucido, color tornasol como el ocaso, me dio un regalo único en el mundo, un regalo anhelado por pobres y sabios, el tesoro más bello de la humanidad era mio, y él lo llevo a mis manos llenándome de dicha, cuanta dicha...
En primavera del 91 se separo por vez primera de mi, decía que volvería, pero yo me ahogaba en su ausencia, quería más, más y más de su belleza tornasol, quería más de sus caricias, dolía como una punzada grande estar tan sola otra vez, pero yo esperaba cada día al amanecer su llegada.
En diciembre del 93 se separo de mi por siempre, había muerto mi narciso negro, porque lo ame de más quizá, porque rompí su precioso regalo, o porque no era suficiente, no lo sé, me dejo de amar tan fácil, tan fácil que los sollozos de mi alma no bastaban para llenar esta ausencia.
"Dime adiós,"
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