2012年9月13日木曜日

ave verum corpus;



Y tus palabras me atravesaron cual fulminantes dagas, desangraron mi virtud, mi espíritu, mi esperanza.

Porque ni siquiera Dios entendió este suplicio, el desgarrador lamento que me escuece y perfora mi anima, ni siquiera Dios sabe de mis suspiros, incertidumbre eterna, agobio penumbral.

Tus sollozos se enmarcaron en mis ojos, como lamento propio, porque corrompía el ímpetu del desbalanceado amor que otorga, de mi propio nacimiento y existencia perdida, quien prometía en sus palabras un final devastador, quien reducía mi ser a carente relevancia, nula absolución.

¿Podré perdonar algún día tan alta insolencia?, ¿podrás perdonarme algún día por tan burda indolencia?, ¿Podrá perdonarme Dios?, ¿o soy yo quien tengo que perdonarlo a él?

Aún enamorada de la muerte jamás te abandone, por eso y como condescendencia te ruego, no me abandones tú también.

-23 de Agosto de 1943

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