.Te lo digo a ti muchacha de ojos llorosos, no tiembles ante el frío helado del vacío infructuoso, no necesito de ti nada en lo absoluto, no quiero que me ames, ni quiero que me odies, no quiero que me olvides ni que me recuerdes, porque el saberlo me causa un estrago, me vuelve insano.
“¿Cómo podría yo describirte?”
Y esto fue lo que me dijiste..
“Tú eres como el otoño, sí, el hermoso y delicado otoño, elegante y frío, más no tan frio como el invierno helado, ni tan cálido como el verano, con vientos que sollozan y grises cielos, no eres tan dulce como la primavera, ni tan resplandeciente como el verano, eres la decadencia, sí, la fina decadencia, siempre anhelando y dando todo, pero nada de lo que haces sirve, no puedes evitar tu silencio y melancolía que por naturaleza te corresponde, eres el otoño, que comienza rebosante de la dicha que el verano te ha dejado pero que poco a poco decae y termina solo y vacio convirtiéndose en nada, y así sin más mueres, mi amada, ese es tu final predecible y crudo, ni siquiera eres como el invierno que es frío y fuerte, que es inquebrantable, no, tú sólo eres una débil aspirante a su grandeza, ni siquiera eres tan bella y grata como la primavera, ni tan alegre y esplendida como el verano, oh siento tu pobreza, tu falta de entereza, tu envidia, tu desdicha, porque así eres tú, eres como el otoño, esa última hoja que se tambalea inútilmente por vivir y nadie nota, esa última hoja que nadie quiere y que al final muere sola, una hoja menos, ¿a quién le importa? porque al final sólo eres una más que cae para bailar en los vientos fríos del invierno entrante, y lo sabes, eres el otoño, fina y elegante, la que a pesar de todo es la estación más anhelante.”
¿En verdad..?
[Quiero llorar, pero no puedo, y tú no lo sabes.]